La tradición de aromatizar el té proviene ya del siglo XVIII en China, mezclando té verde o negro con pétalos de flores, como el jazmín, loto, lichi, rosa o vainilla.
En los años 70 este tipo de té se ha vuelto muy conocido consumido en gran variedad de sabores y aromas naturales. Se buscó atraer hacia el té a gente más joven que lo percibía como una bebida para personas mayores; una bebida aburrida.
El invento del té aromatizado permitió renovar el tipo de cliente. Desde entonces, el perfil del consumidor es otro. Estos tés son una vía para que quienes se han aproximado al mundo del té a través de los aromas transiten hacia los tés puros, los conozcan y permanezcan.
El consumidor ha tomado conciencia de que el té va ligado a: salud-estética-bienestar. Vida sana, en fin.
Para elaborar ciertos tés aromatizados, se añaden a la mezcla cortezas de cítricos, trocitos de fruta escarchada, trocitos de chocolate o de toffee, frutos secos tostados o pétalos de flores.
Sin embargo, la clave de la aromatización no está en ellos, que en gran medida sólo sirven para decorar. En el proceso de aromatización hay dos puntos importantísimos:
- La elección del té, que es la base de la nueva mezcla. SHINZEN selecciona tés de alta calidad en sus mezclas.
- El porcentaje de aroma que se pulverizará sobre la mezcla. Debe existir un equilibrio.
Raramente dos tés aromatizados de un determinado tipo serán idénticos. Tratamos de crear una suma armoniosa: un té menos sobrio y más exuberante, pero que nos esté recordando, en cada sorbo, que es un “té–té” y no una bebida de caramelos o chocolate.
El desarrollo de los tés aromatizados –hacia mezclas cada vez más insólitas o caprichosas- es evidente. Un campo tan rico, tan abierto, tan amplio el de los tés aromatizados, que no se ven sus límites.
De momento, los límites son tan sólo los que impone la vida sana.